8/13/2008

La bancarrota


Hace poco fui al Museo Interactivo de Economía (MIDE), que está en el Antiguo Convento de los Betlemitas, a unas cuadras del Palacio de Bellas Artes. Definitivamente, tiene una de las mejores museografías que he visitado. Está estructurado por temas en varios pisos, y te recomiendan subir por elevador para comenzar el recorrido desde arriba e ir bajando por las escaleras después de visitar cada piso. El mejor detalle me pareció que el boleto de entrada tiene un código de barras que puedes ir pasando en cada módulo, para que al final imprimas toda la información que te interesó o te la envíen por correo electrónico. La mejor garantía creo que es ver que a un niño de 12 años le haya parecido súper divertido saber cómo se mide la inflación, cómo funcionan los créditos, cómo hacen los billetes, etc. Todo está explicado de manera interactiva, con muchos recursos visuales, auditivos y ultratecnológicos. Ah, me encantó saber este dato curioso: la palabra bancarrota viene de la Edad Media: Cuando un banquero (llamado así literalmente porque trabajaba sentado en un banco) no podía pagar todos los depósitos que le habían dejado sus clientes era obligado a romper su banca como símbolo de deshonra, de ahí la "banca rota".

1 comentario:

Juan Francisco dijo...

En 1893, en su carta al periodista e historiador Franz Mehring, Engels denunció la ideología como "falsa conciencia", como residuo de la acción de la "clase en sí". Durante años me ha intrigado esa noción marxiana-engelsiana, que me resulta contradictoria, y no pocas veces me han acusado de asumir posturas "ideológicas" durante alguna discusión. Qué bonito sería deshacerse de posturas sesgadas, asumir los hechos con mesura e imparcialidad, dejar que las cifras hablen desde su neutralidad impoluta...
Ése parece el designio del MIDE: mostrar las nociones básicas de la economía, libres del pesado fardo político, de las distorsiones ideológicas. Casi diría que lo logra, excepto que... todo el museo es expresión de la teoría neoclásica de la economía, donde no existen las necesidades, sólo cuentan las preferencias, respaldadas —desde luego— en el dinero. Yo creería que un recinto dedicado a la difusión del conocimiento económico ofrecería al menos un esbozo de respuesta a la pobreza, que afecta a 50 millones de mexicanos. Y no la vi por ningún lado. La pretensión de ofrecer una explicación "científica" (como si la ciencia no fuese en sí misma manifestación ideológica) de la actividad económica es, a mi juicio, la principal limitación del MIDE, o peor: una expresión hegemónica disfrazada de divulgación del conocimiento. Creo que jamás me desprenderé de mi forma personal de "falsa conciencia". Me daré por satisfecho si logro hacerla explícita, en vez de enmascararla de una objetividad imposible.