Hay pocas novelas que me han impactado tanto como Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago. La premisa es simple y a la vez, enormemente compleja: una epidemia de ceguera lleva a la sociedad -y al lector- a vivir intensamente sus extremos. Tampoco hay muchas películas que logran una adaptación satisfactoria de la obra literaria en que está basada. La ceguera, dirigida por Fernando Meirelles (Ciudad de Dios, El jardinero fiel), lo logra con creces. En la sala de cine también te atrapa esta historia de los primeros contagiados con "la enfermedad blanca", puestos en cuarentena en un antiguo hospital. Sólo una mujer puede ver y se vuelve guía de los demás, pero con la incapacidad de ver se polariza la dinámica de una sociedad donde, aún en las peores las condiciones, permanece la ambición, el hambre de poder, la violencia y el miedo. Las emociones se vuelven más crudas e intensas ante la falta del universo visual. Los instintos más bajos dominan la lógica, pero también se purifican los sentimientos de amor, hermandad y esperanza.
