2/06/2007

Gabriel Orozco, una retrospectiva en Bellas Artes


Estela (2005) y Piedra que cede (1992) reciben al público a la exposición multidisciplinaria de Gabriel Orozco que se exhibe en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Las 140 piezas que conforman esta muestra, curada por Patrick Charpenel, pertenecen a distintos momentos y lugares en la trayectoria del artista veracruzano.

A excepción de contadas piezas, como el cráneo reticulado Papalotes Negros (1997) y Mis manos son mi corazón (1991), la mayoría de la obra expuesta visita México por primera vez. Anteriormente, Orozco había expuesto su obra en el D.F. sólo en dos ocasiones; en el Museo Tamayo hace seis años, y en 2003 una exposición titulada “Polvo impreso” se exhibió también en Bellas Artes.

De Jalapa a Nueva York, pasando por París, Madrid, Venecia y decenas de ciudades en distintos continentes, el trabajo de Orozco ha surgido, viajado y se ha reconocido en rincones del mundo, aunque siempre partiendo de, y regresando a un centro, imitando la lógica de las pinturas geométricas que conforman la serie de Árboles que se exhibe en la Sala David Alfaro Siqueiros.

Aunque no se incluyen algunas de sus obras más polémicas y célebres como Caja de zapatos vacía (1992) y Mesa de ping-pong con estanque (1998), el artista presenta una colección multidisciplinaria que abarca desde los inicios de su carrera hasta el 2006. Fotografía, dibujo, pintura, instalación y escultura; desde boletos de avión, estructuras arquitectónicas, hasta los 15 cuadernos que documentan todo su quehacer artístico, las inquietudes de Orozco sobre el arte quedan plasmadas como una huella casi natural, orgánica; como manos que, apretando una masa de barro, crean un corazón.

El cuerpo humano, la geometría, la escala, una peculiar visión de la materia y del espacio son algunas de las líneas que sigue el artista a través de su obra. Para Gabriel Orozco -como explicó a la revista Proceso- es importante vaciarse, ser libre, para poder entrar al terreno de lo poético y comunicar a la obra con el espectador; esto sólo ocurre cuando se desnuda al objeto de su contexto, se evocan nuevos significados y se genera una nueva experiencia.

En las Mesas de trabajo distribuidas en las distintas salas del recinto se atestigua el trabajo de observación, colección e investigación de objetos que adquieren otros significados al sacarlos de su contexto original. Sus intervenciones en boletos de avión, mapas de museos y otras superficies dan muestra de sus inquietudes gráficas. En la Sala José Clemente Orozco se puede apreciar el trabajo de Orozco como fotógrafo y escultor en distintos periodos artísticos.

La exposición requiere de espectadores libres, sin expectativas, que deseen conocer las distintas facetas de uno de los artistas mexicanos más reconocidos dentro del arte contemporáneo.

En el Museo del Palacio de Bellas Artes. Hasta el 25 de febrero.