Bruce Chatwin tenía mucha razón cuando dijo que "perder el pasaporte es la menor de las preocupaciones; perder un cuaderno, una catástofre". Ir acompañado de una libreta suele volverse una adicción; al principio las hojas en blanco pueden intimidar pero una vez que perdemos el miedo no podemos parar. Ahí se registran conversaciones con uno mismo, plagadas de intenciones y de acciones; un teléfono de un desconocido convive al lado de una obra de arte, entre listas de súper, poemas y pendientes.
Las moleskine son fetiche de muchos, pero sólo algunas andan dándole la vuelta al mundo en el proyecto "The Wandering Moleskine Project 2". Otras están en exhibición en galerías y unas cuantas de artistas abren sus hojas en internet para el curioso que siempre quiso echar un ojo en la intimidad de esas inconfundibles portadas de piel negras.
8/20/2006
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